lunes, 2 de diciembre de 2019

El desafío de retomar el crecimiento

Sin ningún lugar a dudas, el principal desafío que enfrenta el nuevo gobierno liderado por Alberto Fernández es sacar a la economía argentina del largo estancamiento en el que se encuentra desde el 2012.

En los últimos dos mandatos presidenciales, la actividad económica no solo no creció sino que, dependiendo de cuál sea el resultado final de este 2019, se redujo alrededor de un 3%. Es decir, la economía argentina es hoy un 3% menor a lo que era en el 2011. Si además tenemos en cuenta que se estima que entre el 2011 y el 2019 la población del país se incrementó en un 8,9%, el ingreso anual por persona disminuyó más de un 10%.

En este aspecto, este nuevo mandato peronista se asocia con aquel que Carlos Menem inició en 1989, también con el reto de poner en marcha la economía tras un largo período de estancamiento.

Como siempre, no es difícil formular qué es lo que se requiere para que la actividad económica ingrese en un sendero de crecimiento, lo complejo es llevarlo a la práctica, en un clima de ansiedad, de expectativas de una pronta resolución de los problemas y de divisiones internas muy marcadas en la coalición que gobernará la Nación a partir del 10 de diciembre.

El punto esencial para generar las condiciones necesarias para el crecimiento económico es la estabilización de precios relativos que favorezcan la inversión privada. Y, para ello, la corrección del déficit fiscal es un punto insoslayable. Muy difícil imaginar que la economía crezca en los próximos años si no se resuelve el problema fiscal, no solo porque es un importante factor de desestabilización sino también porque genera una gran incertidumbre sobre cuál va a ser la carga tributaria y, por ende, la rentabilidad de los proyectos de inversión. En este último aspecto también es sumamente relevante cuál es el grado en el que se va a cerrar la economía, dependiendo de lo que signifique la promesa del presidente electo de no “traer remeras de China o bicicletas de Corea” o que se reediten las restricciones a las importaciones que se aplicaron en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner para hacer frente a la escasez de divisas.

Teniendo en cuenta todo esto, a la hora de afrontar el problema del crecimiento, el nuevo gobierno deberá resolver un dilema que se le presenta: la situación actual parece ofrecer margen para lograr una recuperación de corto plazo demorando las correcciones y definiciones esenciales para generar las condiciones para un crecimiento de largo plazo. Hay una tentación para ir en búsqueda de esa mejora inmediata a fin de complacer a los votantes, a los movimientos sociales y a los miembros más impacientes de la coalición. El resultado final dependerá, entonces, en gran medida de que Alberto Fernández apele lo mínimo indispensable a la solución fácil y de corto plazo y se concentre al máximo en sentar las bases para poner en marcha un proceso de crecimiento perdurable, algo que no se logrará en forma inmediata sino que llevará un tiempo de maduración.

lunes, 11 de noviembre de 2019

¿Peronismo de los ´70 o de los ´90?

El contexto externo con el que iniciará su gestión la próxima administración, en particular en lo que tiene que ver con los términos del intercambio, es decir la relación entre los precios de los bienes que exportamos y los que importamos, nos lleva a asociarla más con el gobierno de Carlos Menem en la década del ´90 que con el resto de las gestiones justicialistas que se registraron en la historia argentina - Perón (1946/55), Cámpora/Perón/Martínez de Perón (1973/76) y Kirchner/Fernández de Kirchner (2003/15). De mantenerse en los niveles actuales los precios internacionales, el próximo gobierno no podrá impulsar el crecimiento de la economía promoviendo un aumento de los salarios reales y una expansión del gasto público como lo hicieron estos últimos.

Por lo tanto, las posibilidades de crecimiento de la Argentina durante el mandato de Alberto Fernández van a depender de que logre continuar con el proceso de recuperación de las exportaciones que se inició en estos últimos 4 años, consolidando la mejora de la rentabilidad del sector y planteando un marco de previsibilidad convincente, algo en lo que resultó especialmente exitoso el mandatario riojano, en cuya administración las exportaciones crecieron un 143%.

Sin embargo, ¿resulta claro que el próximo presidente va a elegir este camino, que es el que ofrece las mejores perspectivas para que la economía argentina reinicie su marcha tras 8 años de estancamiento? Ciertamente, no. Es que, así como se encuentran similitudes entre el contexto que enfrenta el peronismo hoy con el que enfrentó en los ´90, también las hay con el peronismo de los ´70, en particular, tras la muerte de Juan Domingo Perón en julio de 1974. Al igual que entonces, en la próxima administración el poder estará atomizado entre diversas facciones. Claramente, no habrá un líder indiscutido y carismático con la capacidad para disciplinar a la tropa peronista. En estas condiciones a Fernández le puede resultar sumamente dificultoso imponer los costos que diversos sectores de la sociedad deberán aceptar para estabilizar los precios relativos y poner a la economía en movimiento.  

De todos modos, más allá de cualquier especulación, la próxima administración contará con una importante ventaja respecto a la que se está yendo. Desde el inicio del actual mandato resultaba claro que, aun si se tomaba las mejores decisiones y se lograba generar las condiciones óptimas para el despegue de la inversión privada, el nivel de apoyo que Cristina Fernández de Kirchner conservaba en un segmento significativo de la población mantenía abierta la posibilidad de un regreso del kirchnerismo al poder y de un cambio en esas condiciones. Esto actuaba como un factor disuasivo para la realización de inversiones que, muy posiblemente, en otro marco político se habrían llevado adelante.

Por el contrario, si la coalición que está llegando al poder logra generar condiciones favorables, la posible alternancia iría en la dirección de una consolidación de las mismas, no una modificación, y esto podría desencadenar la “lluvia de inversiones” que no llegó durante el mandato de Mauricio Macri en caso de acertarse en la formulación del esquema económico que regirá en los próximos años.

lunes, 23 de septiembre de 2019

¿Tras las huellas de Menem?


Es prácticamente un hecho que Alberto Fernández iniciará el 10 de diciembre el quinto período de gobierno del peronismo en nuestro país, tras los de 1946/55, 1973/76, 1989/99 y 2003/15. E, intentando dilucidar qué es lo que nos puede deparar la nueva administración peronista, uno puede identificar una importante coincidencia económica entre el mandato que se iniciará en diciembre y aquél que inició Carlos Menem en 1989. Todo indicaría que, al igual que el riojano, Fernández no se va a ver beneficiado por un comportamiento particularmente favorable de los términos del intercambio de nuestro país.

Pareciera que las condiciones van a ser completamente distintas a las del resto de los gobiernos peronistas, en los cuales la evolución de la relación entre los precios de las exportaciones y las importaciones argentinas hizo posible llevar adelante políticas económicas fuertemente expansivas sin chocar en forma inmediata contra la restricción externa. Los primeros dos gobiernos de Juan Domingo Perón, por ejemplo, se iniciaron en 1946 con un salto en los términos del intercambio superior al 50% respecto al año anterior y los mismos continuaron subiendo hasta alcanzar el máximo de todo el siglo en 1948. Nuevamente, al llegar, primero, Héctor Cámpora y, más tarde, Perón, a la presidencia en 1973, se registró un nuevo salto en los términos del intercambio, en este caso del 25%. La bonanza en esta oportunidad fue más breve y terminó desembocando dos años después en el Rodrigazo, ya con María Estela Martínez de Perón en la presidencia tras la muerte del caudillo. Es más conocido cómo los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner se beneficiaron con términos del intercambio favorables, con la peculiaridad de que la suba que comenzó a registrarse meses antes de las elecciones de 2003 continuó casi ininterrumpidamente hasta el punto máximo alcanzado en 2012. Por el contrario, Menem asumió con términos del intercambio históricamente bajos que recién empezaron a subir tímidamente en su cuarto año de gestión.

Por lo tanto, Fernández deberá buscar las pistas para el éxito más en la gestión económica de este último que en las experiencias de su compañera de fórmula o del líder histórico de su partido. De darse, de acuerdo a lo esperado, una evolución de los términos del intercambio similar o peor a la registrada en la década del ´90, no podrá impulsar el crecimiento promoviendo un aumento de los salarios reales y una expansión del gasto público como lo hicieron aquellos. Las posibilidades de crecimiento de la Argentina durante su mandato van a quedar sujetas a su capacidad para dinamizar la inversión privada y las exportaciones y, por lo tanto, deberá llevar adelante políticas económicas que logren restablecer la confianza de los inversores locales e internacionales, como aquellas que permitan alcanzar la solvencia fiscal, asegurar un adecuado funcionamiento de los mercados y estabilizar los precios.

Si, a pesar de las restricciones que existen, por convicción o para hacer frente a las presiones de los socios de su coalición, el próximo presidente busca caminos alternativos hacia el crecimiento lo más probable es que se termine de completar esta nueva “década perdida” que se inició en 2012 durante la última gestión peronista.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Rehenes de una disputa por el poder

En estas semanas traumáticas que venimos atravesando, que se agregarán a la atiborrada crónica de bochornos económicos de nuestro país, una cosa debe quedar completamente clara: más allá de los problemas que aun presenta la economía, los sucesos que estamos viviendo son el resultado de una disputa política en la que los participantes en ningún momento repararon en los graves riesgos a los que estaban exponiendo a la economía y a la población.

Tanto desde el Gobierno como desde la oposición no se tomaron las medidas necesarias para evitar este desenlace que profundiza la inestabilidad de la economía y genera un desperdicio innecesario de las reservas del Banco Central. El oficialismo debería haber contemplado el riesgo que entrañaban unas elecciones primarias que no resolvían nada pero que si producían un resultado negativo generaban un vacío de poder excesivamente prolongado. También fue corresponsable en la generación del pánico que despierta la perspectiva de un gobierno de Alberto Fernández en algunos sectores de la población. La oposición por su parte sacó el mayor partido posible de la indefinición de su postura en materia económica Apuntalada por la crisis económica y por un marco institucional que no impone restricciones, convenció a propios y extraños de que cualquier cosa es posible a partir del 10 de diciembre.

Esta experiencia tan desafortunada debe impulsar a la sociedad en general y a la dirigencia política en particular a generar un marco institucional que modifique estas reglas de juego perversas según las cuales cualquier cosa puede suceder en materia económica con un cambio en el signo político de un gobierno. 

Y en este marco institucional, el compromiso por la solvencia fiscal debe ocupar un lugar de privilegio y ser garantizado con todas las herramientas legales que sea posible formular. El déficit fiscal es el responsable último de todas las crisis económicas que vienen asolando a nuestro país durante los últimos 45 años. Si uno observa las crisis de 1975/6, 1981/2, 1988/90, 1999/02 y la actual, en todos los casos va a encontrar en los años precedentes un deterioro de la situación fiscal y dificultades crecientes para financiar el desequilibrio de las cuentas públicas. Y en la actualidad, cuando parecía que el Gobierno venía avanzando hacia la corrección del problema fiscal, la crisis se desató nuevamente con la victoria de Alberto Fernández en las PASO, que hizo resurgir con fuerza las dudas acerca de que las autoridades que van a asumir el 10 de diciembre van a utilizar todos los medios a su alcance para generar un resultado positivo y sostenible en los próximos años.

Toda crisis entraña una oportunidad y la que aparece claramente en esta ocasión es la de generar los consensos que han sido esquivos hasta aquí para lograr los acuerdos básicos necesarios para brindar cierta previsibilidad respecto al futuro de la economía. Si no aprovechamos esta oportunidad, muy posiblemente continuaremos en esta espiral descendente por la cual venimos cayendo en las últimas décadas, que nos aleja cada vez más de los países exitosos y nos acerca a aquellos que alguna vez creímos haber dejado atrás.

viernes, 9 de agosto de 2019

El costo de la política argentina


Los datos publicados esta semana por el Indec sobre la evolución de la industria y la construcción volvieron a poner paños fríos sobre las expectativas de reactivación, que se habían visto alimentadas semanas atrás por el primer incremento interanual de la actividad económica en 15 meses. La industria y la construcción no solo continuaron mostrando en junio importantes caídas respecto al mismo mes del año pasado (6,9% y 11,8% respectivamente) sino que también volvieron al terreno negativo en la evolución de la serie desestacionalizada, tras dos meses consecutivos de crecimiento.

Y sin lugar a dudas un factor central detrás de este escenario es el funcionamiento de la política argentina. El debilitamiento de la coalición gobernante como consecuencia de la recesión y la posibilidad de un nuevo cambio de rumbo en la conducción de la economía generó una gran incertidumbre respecto al futuro en los últimos meses que paralizó la inversión.

De hecho, la inversión es el componente de la demanda agregada que más ha caído en los últimos meses, con una reducción interanual del 5,7% en el 2018, según los datos del Indec, y del 13,4% en el primer semestre de este año, según los datos más actualizados de la consultora de Orlando Ferreres.

La falta de adhesión de las principales fuerzas políticas de la Argentina a un conjunto de premisas económicas básicas que garanticen que en caso de un cambio de coalición gobernante no se realicen modificaciones de fondo en el esquema económico tiene como consecuencia un desaprovechamiento de las oportunidades de inversión que existen en nuestro país.

¿Cuántos proyectos no se llevaron adelante y puestos de trabajo no se crearon como consecuencia de la incertidumbre respecto a la rentabilidad que estos proyectos van a tener en caso de producirse un cambio de gobierno? Es difícil de precisar pero seguramente es una cifra importante que representa el costo para la sociedad argentina de un sistema político que hace más de 70 años no genera un esquema económico relativamente estable.

Mucho se habla de las reformas estructurales que se requieren en los próximos 4 años para poner en marcha la economía pero es más importante lograr de una vez por todas encontrar las coincidencias que seguramente existen entre los argentinos, dejando de lado la retórica del enfrentamiento y la descalificación, y generar los consensos que resultan indispensables para construir un futuro más alentador. Debe enfatizarse con claridad lo que está en juego, que es aquello que nos impide avanzar.

En definitiva: ¿de qué serviría avanzar con reformas que podrían ser desarticuladas una vez más si los vientos de cambio vuelven a soplar?

lunes, 1 de julio de 2019

¿Los argentinos ya eligieron?


Independientemente de quién se imponga en las elecciones del próximo 27 de octubre, la evolución de los acontecimientos políticos hace pensar que los argentinos ya eligieron los lineamientos generales sobre los cuales deberá manejarse la economía en los próximos 4 años.

Esto se desprende de la decisión a la que se vieron obligadas las fuerzas con más chances en la contienda electoral de moverse hacia el centro del electorado, restándole peso a sus sectores más “puros” o radicales. Fue el caso de la incorporación de Miguel Ángel Pichetto a la fórmula oficialista y la de Alberto Fernández y Sergio Massa a la propuesta de la oposición.

Todo indicaría que, a diferencia de lo sucedido en otros momentos de la historia, la gran mayoría de los argentinos ya no cree en soluciones mágicas. Ya no se deja engañar por las viejas consignas de las principales fuerzas políticas como no pagar la deuda pública, cerrar la economía al mundo o demonizar al Fondo Monetario Internacional.  

Es temprano aun para llegar a una conclusión definitiva pero hay señales de una maduración de la sociedad, producto posiblemente del recambio generacional pero seguramente también del aprendizaje que extrajimos de esta constante prueba y error a la que nos vienen sometiendo los políticos en este experimento económico fallido que es la Argentina.

De este modo, el escenario que se ha configurado en las últimas semanas permite vislumbrar la posibilidad de que en Argentina se genere finalmente el tipo de alternancia política que prevalece en las economías capitalistas de mejor desempeño en las últimas décadas, en donde se suceden en el poder fuerzas de centroderecha y centroizquierda. Esto implica mantener a lo largo del tiempo un conjunto de premisas económicas básicas compartidas por la mayor parte del espectro político, con cambios en la superficie de acuerdo al signo del gobierno de turno.

Este sería un paso fundamental para poner en marcha un proceso de crecimiento sostenido. Es que resulta indudable que la elevada volatilidad de la política económica argentina ha sido un factor determinante en el atraso relativo que sufrió nuestro país en las últimas décadas. La constante modificación de las prioridades y objetivos, del grado de apertura de la economía, de la participación del Estado en la misma o de los precios relativos ha actuado como un constante desincentivo a la inversión privada, el principal motor de una economía capitalista.

Un marco económico más previsible podría haber sido el resultado del acuerdo que propuso el Gobierno sin éxito semanas atrás pero también puede surgir de una sociedad madura que ponga límites al accionar de los políticos.

martes, 4 de junio de 2019

Un respiro para el Gobierno en un año sinuoso


El dólar cerró mayo con el incremento más bajo desde enero, de solo 1,6%. El anuncio del Banco Central de que puede vender reservas en el mercado aun cuando la cotización de la divisa se encuentre por debajo del techo de la rebautizada zona de referencia cambiaria resultó exitoso para modificar la vertiginosa dinámica con la que el mercado venía comportándose desde febrero.

El Gobierno había pecado de ingenuo y la última escapada del dólar había acelerado la inflación y cercenado las chances de recuperación con el nuevo golpe que propinó al bolsillo de los argentinos. Así lo reflejan las cifras oficiales. En concordancia con el fogonazo inflacionario de marzo, del 4,7%, la actividad económica cayó en ese mes por primera vez luego de 3 meses de crecimiento, de acuerdo a la serie desestacionalizada que publica el Indec.

Todo indica que las autoridades económicas ahora están en condiciones de mantener la estabilidad cambiaria que se logró en las últimas semanas, lo que le otorgará al Gobierno un importante respiro de cara a un año muy sinuoso por las dificultades que plantea la campaña electoral.

En este escenario, en los próximos meses la inflación debería tender a caer por debajo del 3% mensual y los salarios podrían empezar a crecer por encima de los precios, teniendo en cuenta que, con la excepción de diciembre, desde agosto del año pasado vienen incrementándose más del 2,7% mensual, con un máximo del 4% en marzo. A esto hay que sumar los aumentos del 11% otorgados a principios de este mes a los jubilados y pensionados y a los beneficiarios de asignaciones familiares, un segmento que incluye a más de 13,2 millones de personas.

Con el objeto de mejorar el humor social de cara a las elecciones, es de esperar que a esta recuperación en los ingresos reales se sume también un aumento del gasto público, desde ya dentro de las limitaciones impuestas por el acuerdo con el Fondo. Hay que tener en cuenta que en el primer cuatrimestre aquél cayó fuertemente en términos reales, con un incremento nominal de 32% en relación al mismo período del año pasado, contra una inflación promedio superior al 50%. 

En este contexto, a partir de junio podríamos empezar a observar tasas de crecimiento interanual positivas, si bien más que nada porque vamos a estar comparando con la segunda parte del 2018, que fue muy mala.

Ahora bien, cuán perdurable va a ser esta recuperación, si finalmente se concreta, va a depender de lo que suceda en las elecciones. Si se impone una alternativa que continúe con los lineamientos económicos planteados en los últimos años, la recuperación debería tender a extenderse y puede transformarse en un proceso de crecimiento sostenido. De lo contrario, la economía va a seguir en este subibaja estéril en el que nos encontramos desde el 2012 y puede ingresar en una dinámica muy peligrosa.

martes, 14 de mayo de 2019

Es necesario un acuerdo político II


Resulta muy satisfactorio que aquello que planteé como una expresión de deseos en el último artículo sea el objeto de la convocatoria que en los últimos días el Gobierno lanzó para lograr un acuerdo en torno a 10 puntos que considera esenciales para darle previsibilidad a la economía argentina.

Como es habitual en nuestro país, la reacción inmediata de los políticos y los analistas ha sido buscar los motivos ocultos detrás de la iniciativa, que seguramente habrá, en lugar de evaluarla de acuerdo a sus propios méritos. Y, respecto a este punto, resulta indiscutible que en cualquier país, más aun en uno como el nuestro, lograr un acuerdo de estas características podría ser un paso fundamental para sentar las bases para poner en marcha un proceso de crecimiento sostenido.

Es indudable que, más allá de todos los errores que pueda haber cometido el Gobierno en materia económica y de las falencias del gradualismo, una cuestión que siempre condicionó las posibilidades de crecimiento de la economía fue la amenaza de un retorno del populismo a finales de este año. Aun en los sectores en donde existen márgenes de rentabilidad sumamente atractivos, los empresarios van a esperar por señales claras del arco político antes de llevar adelantes una inversión porque los réditos de la misma pueden esfumarse rápidamente con un cambio de gobierno y de esquema económico como el que resulta posible a la vuelta de cada elección presidencial.

Como dice la carta que el Gobierno envió a los gobernadores, dirigentes políticos, empresarios, sindicalistas y la Iglesia, “claramente hemos tenido problemas para acordar sobre cuestiones básicas de nuestro desarrollo económico. Nuestra historia en este tema ha tenido muchos fracasos, convirtiendo a nuestro país en una paradoja mundial por la falta de desarrollo y la pobreza pese a nuestros recursos y nuestras potencialidades”. Sin lugar a dudas, nuestro comportamiento pendular a la hora de elegir un esquema económico ha tenido una incidencia fundamental en la trayectoria divergente que mostró en los últimos 70 años el PBI per capita de la Argentina respecto al de los principales países del mundo.

Por otra parte, ninguno de los 10 puntos planteados por el Gobierno debería ser difícil de aceptar por ningún dirigente. Se trata de cuestiones que nadie discute en cualquier país capitalista serio. El único motivo que puede tener un político para rechazar esta propuesta es no querer tener limitantes en caso de llegar al poder. Por las características institucionales del país, el presidente que llega prácticamente tiene vía libre para hacer y deshacer a su antojo y esto quedaría condicionado por un acuerdo como el que se ha propuesto. Si participa en este convenio ya no podrá salirse del libreto, aun cuando en determinados momentos hacerlo pueda otorgar beneficios políticos de corto plazo.


Puede ser que avanzar con este acuerdo favorezca electoralmente al Gobierno pero no es momento para mezquindades. Las cosas se dieron así y hay una oportunidad para darle una vuelta de página a la turbulenta historia económica argentina de los últimos 70 años. Los votantes deben tomar nota de quiénes se comportan a la altura de las circunstancias y quiénes no.

lunes, 8 de abril de 2019

Es necesario un acuerdo político


El primer día de abril el Banco Central tomó la decisión de garantizar una tasa de política monetaria mínima del 62,5% para todo el mes. El día anterior se habían incrementado los límites que tienen los bancos para invertir en Leliq, con el objetivo de acercar más el rendimiento de los plazos fijos a la tasa de referencia, una medida que en la primera semana de vigencia hizo que esa brecha se redujera en casi 6 puntos porcentuales.

Sin lugar a dudas, el creciente rigor monetario es cuestionable. No solo una tasa de interés real del 0,5% mensual y subiendo para un plazo fijo mayorista tomando la inflación esperada de abril, y mayor aun si tomamos la esperada para los próximos meses, es elevada y atenta contra el desarrollo normal de la actividad económica sino también multiplica peligrosamente el stock de Leliq, que ya llegó a superar el billón de pesos durante algunos días de marzo.

Sin embargo, ¿se puede juzgar al Gobierno por intentar defender con una tasa de interés excesiva una paridad cambiaria que no se encuentra alejada de la que muy posiblemente habría si los políticos de la oposición no amenazaran con un nuevo cambio de rumbo económico luego de las elecciones? ¿Porque este gobierno debería pagar el costo de una devaluación del peso que podría atribuirse más a las manifestaciones de la oposición que a su propio programa económico?

Es decir, hay buenas razones para considerar a la elevada tasa de interés real vigente el costo que todos los argentinos tenemos que pagar por tener una clase política que permite dar rienda suelta a cualquier tipo de especulaciones respecto al futuro de la economía. ¿Quién no se puede ver tentado a dolarizar sus ahorros cuando uno de los referentes económicos de uno de los principales candidatos presidenciales manifiesta públicamente que en caso de llegar al gobierno en diciembre se reimplantará el cepo cambiario? ¿Qué empresa puede poner en marcha una inversión productiva, no importa lo rentable que ésta pueda ser hoy, si a partir de diciembre se pueden restablecer las restricciones a las importaciones o sumar nuevos impuestos a las exportaciones, cambiando completamente la ecuación de esa inversión?

Se podría concluir, por lo tanto, que si la administración actual bajara la tasa de interés y dejara que el dólar se dispare hasta el extremo de la banda cambiaria o más allá se estaría inmolando y estaría permitiendo que actores políticos con igual o mayor responsabilidad sobre la situación económica actual lleguen al poder.

Si pretendemos que el país alguna vez pueda desarrollar el potencial largamente declamado y deje de retroceder en su posicionamiento relativo en el mundo, los argentinos debemos reclamar de una vez por todas que nuestros representantes políticos se pongan de acuerdo respecto a ciertos lineamientos básicos que permitan a los agentes económicos planificar y desarrollar sus proyectos de inversión sin tener que temer que en cualquier momento cambien las reglas de juego y volcar sus ahorros hacia esos proyectos sin tener que tomar resguardo contra la posibilidad de que los mismos sean pulverizados por la inflación o directamente expropiados por el gobierno de turno.

lunes, 11 de marzo de 2019

Cambiar el chip

El dólar comenzó el año con una marcha errática, cayendo en las primeras semanas por debajo del extremo inferior de la banda cambiaria pero pegando luego algunos saltos bruscos a partir de mediados de febrero. Y si bien estas subas pueden ser vistas con algo de preocupación, porque pueden volcar al electorado hacia el populismo, también generan la esperanza de que después de varios años finalmente se va a dejar de lado el atraso cambiario como un componente central del repertorio oficialista para intentar imponerse en las elecciones.

Si uno repasa, por ejemplo, los años electorales desde el 2011 hasta ahora, en todos el dólar perdió frente a la inflación, si no a lo largo de todo el año al menos desde el inicio hasta la fecha de los comicios. Y lo que tornó más grave esta práctica es que en todos los casos, con la excepción del 2011, se partió de un peso ya de por si sobrevaluado al inicio del año.

En este 2019, por primera vez desde el 2010, el dólar se encuentra en un nivel que brinda oportunidades a aquellos que quieren exportar o desean competir con las importaciones y sería una excelente señal que la paridad real se mantenga a pesar de los beneficios que puede ofrecer en términos electorales atrasar la moneda.

Los resultados de la corrección del tipo de cambio se vienen observando con claridad en los saldos comerciales que difunde mes a mes el Indec. En septiembre se registró el primer superávit comercial tras 20 meses consecutivos de déficit y desde entonces la balanza se viene mostrando positiva. En diciembre se alcanzó un excedente de 1.369 millones de dólares cuando en mayo el saldo había sido similar pero con signo negativo. En noviembre de 2017 el déficit había alcanzado los 1.500 millones de dólares.

En la medida en que se mantenga un tipo de cambio real razonable y deje de verse a esta variable como una herramienta para hacer política, las empresas van a aprovechar las oportunidades de inversión que existen pero que se dejan de lado por el temor a que el gobierno de turno o el que venga después tomen medidas que modifiquen esos precios relativos hoy favorables para el desarrollo de las mismas. Y, de esta manera, la economía va a empezar a salir del estancamiento en el que se encuentra inmersa desde el 2012. Desde ya, para que el crecimiento sea vigoroso, se requieren otros incentivos pero éste puede ser un comienzo.

En este contexto, es fundamental controlar la ansiedad. En estos 4 años se han cometido numerosos errores pero también era difícil imaginar que cualquier administración iba a poder corregir los enormes desequilibrios que existían en diciembre del 2015 en el primer intento. Se trata de ir avanzando con prueba y error y, si a finales de este año tenemos un dólar que se haya mantenido a la par de la inflación, se logra un déficit fiscal primario cercano a 0 y una desaceleración de la inflación, el balance será positivo. Y sería más importante aún que pudiera mostrarse que una coalición gobernante puede ganar una elección en Argentina sin manipular variables macroeconómicas básicas. Como sociedad, hace falta cambiar el chip.

lunes, 7 de enero de 2019

Una gran oportunidad


Tras un comienzo promisorio, el 2018 se fue dejando gran preocupación como consecuencia de la fuerte caída en el poder adquisitivo de los salarios provocada por la devaluación del peso que, hacia octubre (último dato disponible), acumulaba un 16,5%. Asimismo, la merma en los ingresos y el aumento en la desocupación explican el incremento en la pobreza, que ya se observó en el primer semestre del 2018 (con un 27,3% de la población en esa situación) y seguramente será mayor cuando se conozca la medición correspondiente a la segunda mitad del año.

Pero, al mismo tiempo, el 2018 ha dejado avances importantes en materia macroeconómica, avances que claramente no fueron el resultado de un plan cuidadosamente articulado por las autoridades económicas pero que no por eso dejan de ser bienvenidos, más aun cuando a pesar de las turbulencias que atravesamos a lo largo del año se ha logrado una estabilización de la situación.

En este ámbito se destaca, por un lado, la reducción del desequilibrio fiscal, con un déficit primario que cayó del 2,7% al 1,5% del PBI entre enero y noviembre del año pasado y el mismo período del año anterior y se encamina a cumplir con el objetivo del 2,7% previsto para el 2018, contra el 3,9% del 2017. Pero también ha sido especialmente relevante la mejora en la situación externa. En noviembre el país registró un superávit comercial por tercer mes consecutivo, un hito que no se alcanzaba desde septiembre de 2016.

Sin lugar a dudas, los aspectos positivos y negativos del 2018 se encuentran estrechamente ligados. Era prácticamente imposible para el actual gobierno, por la situación desde la que había partido, lograr avances en materia macroeconómica que no tuvieran un impacto social negativo. Por ejemplo, recortar los subsidios a la tarifas de los servicios públicos para bajar el déficit fiscal tiene un impacto directo en el poder de compra de los salarios. O permitir una suba del dólar que vuelva más competitivos los bienes y servicios argentinos frente a los extranjeros también golpea inevitablemente el bolsillo de la gente. Pero lo importante es generar lo más rápido posible las condiciones para que los empresarios vuelvan a invertir y crear puestos de trabajo en nuestro país. Esa es la manera de que esta situación difícil sea meramente coyuntural y no algo permanente.

Es en este punto en donde hay que dejar atrás el 2018, que ya es parte del pasado, y mirar hacia adelante a la gran oportunidad que el año que ha comenzado presenta. Precisamente, la elección presidencial brindará la posibilidad de ratificar el rumbo económico, un rumbo que no tiene porqué ser garantizado solo por la coalición gobernante. De hecho, sería incluso mejor que pudiéramos mostrar que, aun con alternancia política, se mantienen ciertas cuestiones básicas. Si los argentinos, a pesar de las dificultades, elegimos en octubre continuar con los actuales lineamientos macroeconómicos, estaremos dando una importante señal a aquellos que encuentran en nuestro país interesantes oportunidades de inversión pero que no se animan a colocar su dinero en ellas por temor a los bruscos cambios de reglas de juego que nos caracterizan. Y ése será un paso fundamental no solo para dejar atrás las penurias que hoy estamos sufriendo sino también para poner en marcha finalmente un proceso de crecimiento sostenido en el tiempo.