domingo, 16 de diciembre de 2012

2013: ¿La última oportunidad para evitar la próxima crisis?



Tras ganar las elecciones en octubre de 2011, el Gobierno tuvo una gran oportunidad para introducir las correcciones que el modelo económico está pidiendo a gritos. Más que nada, poner en marcha un plan para reducir en forma gradual la elevada inflación. Las autoridades disponían entonces de 1 año sin elecciones para soportar los costos políticos que este dificultoso proceso hubiera generado. Es que, habría resultado difícil que, al menos durante la primera etapa del mismo, no se generara un enfriamiento de la economía. Pero ésta podría haber surgido renovada a tiempo para las elecciones del 2013 y, de esta manera, la apuesta podría haber rendido sus frutos.

Sin embargo, se optó por el cepo cambiario y las restricciones a las importaciones para enfrentar los efectos en lugar de las causas. Se reprimieron todas las vías de salida de las divisas, en lugar de actuar sobre el motivo de la fuga de las mismas: la creencia ampliamente justificada de que tarde o temprano el Gobierno iba a tener que corregir la creciente pérdida de competitividad de la economía provocada por la inflación con una fuerte actualización del precio del dólar.

Al dejar pasar esa oportunidad, la Argentina quedó en una situación muy comprometida. Cada año que pasa, se va incrementando el desequilibrio macroeconómico y, por ende, el costo político de corregirlo, y entonces la probabilidad de que se actúe en forma voluntaria para normalizar el funcionamiento de la economía se va reduciendo. En este contexto, el camino hacia la próxima crisis se transforma en la crónica de un final anunciado. Se taparán los agujeros mientras se pueda, hasta que estalle la bomba en la forma de una profunda recesión o una espiral inflacionaria.

Parece realmente difícil que el Gobierno tome nota de esto en el 2013. Si no modificó los lineamientos básicos del modelo económico en el momento más oportuno desde el punto de vista político, porqué lo va a hacer en un año electoral en el que se juega su futuro.

Aquí es donde entra en juego el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, uno de los políticos con mejor proyección electoral para el 2015. Los cálculos políticos de este contendiente de cara a las elecciones presidenciales de ese año podrían resultar decisivos para el devenir económico de la Argentina.

Si el gobernador considerase que su suerte está atada al desempeño económico del kirchnerismo y que llegar con una economía moribunda al 2015 plantearía una grave amenaza para sus posibilidades, entonces debería presionar por todos los medios posibles para que en el 2013 se implemente un programa que restablezca la confianza en la economía argentina y genere las condiciones para la recuperación de la inversión privada. De esta manera, tendría grandes chances de llegar a las elecciones presidenciales con una economía revitalizada que le sirva de plataforma a su llegada al poder. Si ésta es su lectura y con este fin logra encolumnar al peronismo detrás suyo y, mientras tanto, el Gobierno continúa despilfarrando su caudal político y debilitándose, el gobernador podría llegar a imponer su voluntad y un nuevo plan económico sería posible en algún punto del 2013.

Con este panorama, el año que viene se presenta tal vez como la última oportunidad para evitar la próxima crisis. Dejar pasar un año más sin introducir las correcciones que la situación exige va a seguir incrementando los costos políticos de normalizar la economía y éstos podrían volverse intolerables, incluso para las propias chances de Scioli, en el 2014 o más allá. Y cuando asuma el próximo gobierno ya puede ser muy tarde o éste puede ser demasiado débil para afrontar la tarea requerida.


domingo, 2 de diciembre de 2012

El nuevo modelo económico del Gobierno



En las últimas semanas se vienen registrando cambios significativos en el manejo por parte del Gobierno de importantes variables económicas, algo que invita a pensar que éste puede estar poniendo en práctica un nuevo modelo económico, tras verificar que el anterior era a todas luces insostenible en el tiempo.

Las 3 áreas principales en las que se vienen observando estos cambios son la cambiaria, la fiscal y la de precios de los servicios públicos. En el plano cambiario, tras varios años en los que la inflación superó ampliamente al ritmo de incremento del dólar, en las últimas semanas se viene registrando una tendencia hacia la convergencia entre ambos. Mientras en el primer cuatrimestre el precio del dólar oficial había subido a una tasa anualizada del 7.6% y en el segundo cuatrimestre lo hizo al 14.2%, en lo que va del último cuatrimestre esa tasa ascendió al 18.1%. Y en las últimas semanas, se aceleró al 21.7%, muy cerca del ritmo de crecimiento de los precios, que las consultoras privadas estiman por encima del 24%. De mantenerse esta tendencia el Gobierno estaría contrarrestando una de las principales inconsistencias del actual modelo económico, que es la constante pérdida de competitividad del sector externo. Con los salarios aumentando invariablemente por encima de los precios de los bienes que comercializan, los exportadores y los sectores que compiten con las importaciones vienen encontrando crecientes dificultades financieras. Los segundos pueden ser protegidos por barreras al ingreso de productos extranjeros, no así los primeros que pueden tener que abandonar los mercados duramente conseguidos. De continuar esto, el superávit comercial tendería a volverse negativo acelerando la pérdida de reservas internacionales del Banco Central y obligando, al final del camino, a una brusca devaluación, a la búsqueda de financiamiento internacional o a ambas cosas.

En el terreno fiscal, los datos correspondientes al mes de septiembre - los últimos disponibles - confirmaron una clara tendencia descendente en el ritmo de crecimiento interanual del gasto primario (que no incluye los intereses de la deuda pública) del estado nacional. En el primer trimestre, éste había promediado un 39%, en el segundo trimestre se redujo a un promedio del 31% y en el tercer trimestre al 24%, siendo precisamente septiembre el mes con la tasa de incremento mas baja del año, poco menos del 20%. Un componente central, si bien no el único, de una política antiinflacionaria es la reducción en la tasa de incremento del gasto público. Si continúa en esta línea y acompaña este comportamiento con algún tipo de acuerdo para bajar las tasas de aumentos salariales en las paritarias del año que viene, el Gobierno podría comenzar a lograr algunos avances en relación al principal problema de la economía: la alta inflación.

Por último, en el área de servicios públicos, el Gobierno finalmente comenzó a aplicar una política de tarifas más razonable. En los últimos días anunció un aumento en las tarifas de luz y gas, para financiar la demorada inversión en la ampliación de las redes de estos servicios, y un incremento en el precio del gas en boca de pozo, una medida dirigida a estimular la inversión en la exploración y extracción de este combustible. De esta manera, el Gobierno comienza a desarticular una política que ha tenido diversos efectos negativos. Por un lado, ha contribuido a la caída en la producción energética y al fuerte aumento en las importaciones de combustibles, que superarán los 10 mil millones de dólares en el 2012. Por el otro, el enorme volumen de subsidios otorgados a las empresas de servicios públicos para cubrir sus déficits operativos ha sido uno de los motivos de la importante expansión en los últimos años del gasto público, una de las causas centrales del incremento de la inflación.

Por el momento, el Gobierno no ha encuadrado estos lineamientos dentro de ningún programa. Es decir, no ha asumido ningún tipo de compromiso en torno a ellos. Por lo tanto, puede tratarse de una estrategia temporal que será abandonada a tiempo para intentar obtener el mejor resultado posible en las elecciones legislativas del año que viene o incluso de una mera coincidencia casual de hechos inconexos y fortuitos. Pero también puede ser el resultado del reconocimiento de que la batalla por la re-relección está perdida y que quien sea el candidato del kirchnerismo en el 2015 tendrá más chances si se introducen hoy las modificaciones necesarias para que la economía llegue en buena forma a ese momento.  






lunes, 19 de noviembre de 2012

Euro: ¿con los días contados?



A la luz de un conjunto de datos que han surgido en los últimos días, resulta cada vez más difícil imaginar que el euro, tal cual lo conocemos hoy, continúe existiendo mucho tiempo más. Parece baja la probabilidad de que países como España, Grecia, Portugal y, en menor medida, Italia o Francia mantengan esta sociedad que les exige condiciones cada vez más insostenibles en términos de su política doméstica.

Una reciente encuesta realizada en Alemania muestra que, a pesar de ser la principal responsable de la situación cada vez más grave de la economía de la eurozona y venir impulsando políticas que a todas luces están provocando un deterioro económico y social en todos los países de la periferia europea, el apoyo de los votantes alemanes hacia Angela Merkel, la primer ministra germana, se encuentra en el nivel más alto desde 2007, año en el que se inició la crisis.

Mientras tanto, el contexto político en los países más comprometidos, España, Grecia y Portugal, se encuentra en franco deterioro. El creciente desempleo que desde hace 4 años vienen registrando (en los dos primeros ya supera el 25% y en el tercero alcanzó en los últimos días el nivel récord del 15.8%) está haciendo sentir sus efectos en la arena política. Al margen de las manifestaciones que se tornan violentas en forma cada vez más frecuente, el apoyo de los partidos políticos que vienen implementando las políticas de austeridad está sufriendo una creciente erosión. En Grecia, las últimas encuestas ya ubican al partido Syriza, que manifiesta una clara oposición a las políticas que se están aplicando, por delante del partido que lidera la coalición gobernante. En España, si bien los partidos tradicionales mantienen el liderazgo han perdido un terreno importante en las encuestas desde las elecciones del año pasado. En estas elecciones, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español sumaron un 73% de los votos. Los últimos sondeos de opinión les otorgan entre un 55% y un 60%. En Portugal, el líder de la oposición, que extendió su liderazgo a más de 8 puntos porcentuales en las últimas encuestas, afirmó a fines de la semana pasada que las políticas de austeridad que viene implementando el país han fracasado y rechazó los próximos recortes al gasto público que busca imponer el partido gobernante.

Teniendo en cuenta este deterioro electoral y las magras perspectivas económicas (en los 3 países se proyecta una nueva caída en la actividad económica para el año que viene), no parece que den los tiempos para que las políticas que vienen impulsando los países del norte de Europa, liderados por Alemania, logren un retorno al crecimiento de estas economías. Lo que se pretende es que la elevada tasa de desocupación que hoy presentan, sumada a la flexibilización de sus regímenes laborales, provoque una caída en los salarios reales y que la reducción del déficit fiscal y la mejora en la relación deuda pública/PBI generen una recuperación de la confianza de los inversores. La combinación de estos factores impulsaría un aumento de la inversión, como consecuencia de la reducción en la tasa de interés resultante del regreso de los capitales y de la mejora en la competitividad causada por la caída en el salario real, y de esa manera estos países volverían a crecer.

El asunto es que los plazos para lograr estos resultados parecen demasiado largos, tras más de 4 años de sacrificio, para que los partidos que sostienen estos programas logren mantenerse en el poder el tiempo suficiente. Por otra parte, las actuales condiciones políticas y sociales conspiran contra la posibilidad de que estos resultados se concreten.

La eurozona no tiene peores indicadores que Estados Unidos. Su déficit fiscal consolidado fue en el 2011 del 4.1% del PBI, contra el 9.8% en Estados Unidos. Su endeudamiento total del sector público ascendió a 92.7% del PBI, contra el 103% en Estados Unidos. En 2011 registró un superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos del 0.1% del PBI, contra un déficit del 3.1% en Estados Unidos. Si se viera a sí misma como una unidad, en la que coexisten regiones más ricas y regiones más pobres, podría encontrar una solución mucho más viable que obligar a las regiones más retrasadas a soportar todo el peso del ajuste. Pero hasta el momento no es esta la posición ni de los líderes ni del pueblo alemán y si no modifican su postura el euro tiene los días contados.


domingo, 4 de noviembre de 2012

El avance de la pesificación



En las últimas semanas los gobiernos de las provincias de Chaco y Formosa vienen avanzando en la pesificación de sus compromisos en dólares. Se trata de un eslabón más en el proceso de pesificación forzosa de la economía que viene impulsando el gobierno nacional desde el establecimiento del cepo cambiario hace exactamente 1 año.

El Gobierno ha hecho de la necesidad una virtud. Nadie puede negar lo atinado del objetivo, que los argentinos podamos transaccionar y ahorrar en nuestra propia moneda sin tener que apelar al dinero extranjero, pero lamentablemente éste ha sido un propósito surgido esencialmente de la necesidad. El hecho de que el dólar viniera subiendo por debajo de la inflación prácticamente en forma invariable durante los últimos años y el conocimiento del público de que esto no puede continuar en forma permanente alimentó la expectativa de devaluación del peso que generó una fuerte fuga de capitales y un drenaje de las reservas del Banco Central en los meses previos a las elecciones presidenciales del año pasado. Frente a esta situación, el Gobierno tenía distintas opciones: implementar un plan antiinflacionario (la correcta), aplicar una corrección brusca en la paridad peso dólar, subir las tasas de interés en pesos de manera que los activos en esta moneda fueran más atractivos que el dólar o restringir el acceso al mercado cambiario oficial.

Eligió la última de estas alternativas pero intentó ocultar su debilidad presentándola como un esfuerzo patriótico por recuperar la moneda argentina y detener el accionar de los especuladores que conspiran contra los intereses de la nación. Pudo resolver así el problema inmediato, la fuga de capitales y la pérdida de reservas, pero esquivó la solución de la causa de este problema: el creciente atraso cambiario. De esta manera, ganó tiempo y puede administrar con mayor comodidad las reservas que posee el Banco Central, pero tarde o temprano tendrá que hacer frente a esa cuestión y en ese momento las opciones van a ser más acotadas.

Mientras tanto, ha logrado avanzar con relativo éxito en el proceso de pesificación de la economía. En los últimos 12 meses, a pesar de ofrecer un rendimiento significativamente inferior a la inflación, los plazos fijos en pesos del sector privado crecieron un 53%. Asimismo, han proliferado las alternativas de inversión en pesos dólar linked que encontraron una buena demanda de parte de los inversores. Por ahora, muchos argentinos se resisten a convalidar un valor del dólar en el mercado informal que, a todas luces, está por encima del que debería tener en un contexto normal. Por otra parte, se ven desalentados a participar de este mercado ilegal en un momento en el que los resultados que pueden obtener todavía son inciertos.

No sorprendería que, envalentonado por este éxito, el Gobierno profundice este proceso obligando, por ejemplo, a que las transacciones inmobiliarias deban realizarse en pesos, una versión que surgió en su momento pero que aun no se concretó, posiblemente por el temor a agudizar aun más la caída de la actividad inmobiliaria. Esta decisión incrementaría automáticamente los precios de las propiedades y provocaría una merma adicional en la venta de inmuebles. Si se obligara al comprador de un departamento que hoy sale, por decir una cifra, 100 mil dólares a vender este monto en el mercado oficial obtendría 480 mil pesos, que equivalen a menos de 80 mil dólares en el mercado paralelo. Por lo tanto, muchos de los vendedores, que hoy están obteniendo 100 mil dólares, equivalentes a 630 mil pesos, retirarían su departamento del mercado, lo que implicaría que el mismo departamento se establecería en un valor superior al que tiene actualmente.

Más allá del éxito relativo que han tenido hasta ahora, las autoridades económicas deben tener presente que, al final del camino, la suerte de la pesificación está totalmente sujeta a la capacidad de los activos en pesos para proteger los ahorros del público frente a la inflación. En este sentido, existen dos caminos: bajar la inflación u ofrecer activos cuyo rendimiento esté alineado con ella. De lo contrario, la gente se irá volcando en forma creciente al dólar, no importa el precio que éste tenga ni lo ilegal que sea, sabiendo que a lo largo de la historia la moneda americana le ha permitido conservar el valor de compra de sus ahorros frente al comportamiento implacable de los precios domésticos.



domingo, 14 de octubre de 2012

¿Un rapto de moderación o un descanso antes del inicio de la próxima fiesta?



Los últimos meses han entregado algunos números fiscales alentadores para los que aun tienen la esperanza de que este gobierno no lleve a la economía por el sendero de una inflación creciente.

Con los datos correspondientes al mes de agosto se confirmó la tendencia descendente que viene mostrando a lo largo del año el crecimiento del gasto primario (que no incluye los intereses de la deuda pública) del estado nacional. El gasto público había crecido durante el primer cuatrimestre del 2012 a tasas interanuales de entre el 33% y el 45%. Sin embargo, en el segundo cuatrimestre estas tasas fueron de entre el 25% y el 33%, superando el 28% sólo en el mes de junio. Si consideramos una inflación en torno al 24%, de acuerdo a las estimaciones privadas difundidas por el Congreso de la Nación, estamos hablando de un gasto público que en 3 de los últimos 4 meses se habría incrementado en términos reales menos del 4% interanual.

Estos datos pueden ser tomados en forma optimista, creyendo que, conciente de los efectos que en los últimos años causó sobre los precios el sostenido incremento del gasto público acompañado por una política monetaria laxa, el Gobierno ha optado por el camino de la moderación, intentando aflojar las presiones inflacionarias.

Sería una decisión sabia teniendo en cuenta que la estructura de contención que erigió en el último año, con los controles cambiarios y las restricciones a las importaciones, no podrá soportar en forma interminable la convivencia de una inflación superior al 24% con una tasa de incremento del dólar por debajo del 15%.

Lamentablemente, si así fuera, el Gobierno sigue firme en su postura de no reconocer en forma abierta los problemas o tal vez considera simplemente que el contexto político no le permite actuar de otra manera. Es que si este “esfuerzo” se viera acompañado de un acuerdo con empresarios y sindicatos lo suficientemente amplio se podría lograr una reducción de la tasa de incremento de los precios en un lugar de apenas evitar que ésta suba.

Pero los datos también pueden ser interpretados en forma pesimista. Se puede tratar sólo de una pequeña pausa, un respiro. El Gobierno puede estar ahorrando energías, conservando la capacidad instalada disponible, para dar inicio a la fiesta en el momento oportuno, en aquél en el que pueda capitalizar al máximo políticamente el aumento en la actividad y el empleo, es decir en los meses previos a las próximas elecciones legislativas del 2013, que tienen un importancia clave para el futuro del kirchnerismo.

Ciertamente, es difícil creer que el Gobierno no va a utilizar todos los medios fiscales a su disposición para lograr el año que viene el triunfo electoral más abultado posible. Pero los optimistas siempre encontramos motivos para la esperanza. Desde esta perspectiva, tal vez las señales de moderación que reflejan los últimos números fiscales sean un indicio de que finalmente, a los tumbos y continuando ignorando públicamente los problemas de fondo de la economía, se está comenzando tímidamente a dar cuenta de ellos.





domingo, 23 de septiembre de 2012

Sociedad dividida, economía estancada




En los últimos días se manifestó en forma evidente la fuerte división que presenta nuestra sociedad. Una división que no es nueva pero que se viene acentuando a partir de las medidas económicas que viene tomando el Gobierno desde la última elección y la reacción de ciertos sectores de la población frente a las mismas.

Esta división bien marcada de la sociedad parece ser parte de la estrategia de supervivencia del Gobierno. En un escenario de bajo crecimiento e inflación como el que va a prevalecer a lo largo de este mandato, en el que los recursos para distribuir van a ser más escasos, busca mantener la fidelidad de su electorado a través de la polarización, aglutinándolo en torno a un enemigo común, buscando imponer la sensación de que si es derrotado todos aquellos que se han beneficiado de alguna manera en estos últimos 10 años van a perder lo que consiguieron. Busca presentar una dialéctica según la cual la única alternativa al modelo económico actual es el neoliberalismo de los años ´90. Busca remarcar las diferencias que nos separan más que las coincidencias que nos unen.

Esta estrategia ha rendido sus frutos incluso en segmentos de la población con un sentido crítico. Hace algunos días intenté explicarle a un simpatizante del kirchnerismo lo grave que es la inflación y las consecuencias que ésta tiene sobre el crecimiento potencial de un país y sus posibilidades de desarrollo. La respuesta fue completamente inesperada: “Yo prefiero el peor momento de la década del ´80, en el que por lo menos la gente tenía trabajo, que lo que sucedió durante los años ´90. Mientras la gente siga teniendo trabajo yo voy a seguir apoyando a este Gobierno”. 

Esta es una respuesta realmente interesante que pone en evidencia el éxito del discurso oficial y el fracaso de la oposición para formular una alternativa coherente y creíble. Resulta sorprendente que una persona inteligente, con un buen nivel educativo, no se dé cuenta que existen alternativas intermedias mucho más saludables, que las opciones no son inflación sin desempleo o desempleo sin inflación. No necesita tener ningún conocimiento de economía. Sólo tiene que ver lo que sucede en el resto del mundo. Por ejemplo, si tomamos a los países del G20, el único que tiene una inflación por encima del 10% anual es Argentina (24.2%, de acuerdo al promedio de agosto de las consultoras privadas publicado por el Congreso). Sin embargo, 11 de los países del G20 tienen una tasa de desocupación inferior a la que presenta nuestra economía (7.2%). Es decir, más de la mitad de los países de este grupo tienen menos inflación y menos desempleo que la Argentina. Y de los países que tienen un desempleo mayor al nuestro, 5 tienen menos del 10%, una cifra claramente menor al promedio de la década del ´90. Sólo 3 países tienen una tasa de desempleo superior al 10%.

La sociedad no debe entrar en el juego de confrontación planteado por el Gobierno. Ni quienes apoyan al Gobierno ni quienes se oponen a sus políticas o se sienten perjudicados por ellas deben mirar al otro como un rival, como alguien que se quiere quedar con algo que no le pertenece o con quien no pueden compartir la vida en sociedad. La única manera de que la Argentina pueda finalmente ingresar en la senda del desarrollo es a través del consenso. Las sociedades que están divididas, que se disputan el poder y los recursos en lugar de trabajar en conjunto para generar una mayor riqueza, se sumergen en el estancamiento y el atraso económico.

Los países más exitosos de las últimas décadas son aquellos en los que la clase dirigente logró un consenso en torno a un modelo de país y se mantuvo fiel al mismo. Se podrán encontrar algunos fracasos pero son más numerosos los éxitos. Esto es lo que debemos reclamar a los políticos, en lugar de premiar a aquellos que medran con el desacuerdo y la fragmentación.




lunes, 3 de septiembre de 2012

Préstamos disponibles, ¿para qué?



En los últimos días circularon versiones de que el Gobierno va a seguir con las compañías de seguros de vida y retiro el mismo plan de acción que aplicó a los bancos semanas atrás: las obligará a invertir una parte de sus recursos en proyectos de inversión del sector productivo.

Si bien hay quien puede cuestionar esto, no hay dudas de lo fundamental que es asegurar una razonable disponibilidad de crédito para la inversión en el sector productivo. La inversión en capital físico y humano es la base del crecimiento económico y de la creación de la riqueza que le permite a una sociedad incrementar su nivel de vida.

Sin embargo, ¿de qué sirve la existencia de una oferta abundante de crédito para la inversión si no se generan las condiciones para que ésta se lleve adelante?  Y en este punto no es cuestión de detenerse en los argumentos habituales sobre “seguridad jurídica” o “reglas de juego claras”, que si bien es indiscutible que tienen su influencia en las decisiones de inversión poseen un carácter relativamente subjetivo.

El asunto es que la convivencia de una inflación en torno al 25% con un dólar que crece sistemáticamente a un ritmo menor al de los precios, a la que se suman las extendidas restricciones cambiarias, todo esto en un escenario político que torna altamente improbable cualquier cambio de trayectoria, hacen que los sectores que ofrecen un horizonte favorable sean escasos.

Por ejemplo, es difícil pensar en invertir en la exportación de bienes industriales. Con salarios que crecen año a año por encima del precio de venta, que está sujeto al dólar, aun los sectores que todavía mantienen algo de rentabilidad presentan perspectivas desfavorables. El turismo también presenta un panorama desalentador. Con los precios de los bienes y servicios locales subiendo en promedio en dólares, la Argentina cada vez es un destino más caro y por lo tanto menos atractivo para los visitantes extranjeros.

La construcción es otro sector que presenta interrogantes hacia el futuro. Este mercado debe acomodarse al cimbronazo que le provocó el cepo cambiario. Habrá que esperar a que los precios encuentren finalmente su punto de equilibrio para que los inversores vuelvan a colocar su dinero en esta actividad sin el temor a sufrir una pérdida de capital.

Se podría decir que puede haber posibilidades interesantes en el sector de sustitución de importaciones al abrigo de las restricciones que comenzaron a aplicarse este año. Sin embargo, ¿quién les asegura a quienes inviertan allí que en el 2015 no va a venir un nuevo gobierno que elimine las trabas que hoy existen dejando al sector expuesto a la competencia de los productos extranjeros?

Los sectores con mejores perspectivas hoy son el de commodities, con sus elevados precios, y el de servicios. Resulta irónico que este “modelo productivo” con el que el Gobierno se jacta de haber recuperado a la industria hoy brinde las mejores oportunidades en las producciones primaria y terciaria. 

Posiblemente al Gobierno sólo le interesan los golpes de efecto que producen sus anuncios en sus potenciales votantes pero si fuera sincero en sus intenciones claramente está equivocando el orden de los factores. Primero debe procurar que haya un modelo económico con señales de precios claras, coherente y que se pueda mantener en el tiempo, de forma tal que los empresarios y emprendedores encuentran una gama amplia de alternativas de inversión con una rentabilidad esperada atractiva. Recién después debe preocuparse por garantizar una oferta de crédito en condiciones razonables para que puedan aprovechar estas oportunidades.

domingo, 19 de agosto de 2012

El éxito de los controles


El informe sobre el mercado de cambios del segundo trimestre del año publicado en los últimos días por el Banco Central evidencia que el Gobierno cumplió claramente con el objetivo que se había fijado al establecer los controles para la compra de dólares a fines de octubre del año pasado: reducir al mínimo la fuga de capitales. La salida de capitales del período, de US$ 2.663 millones, fue la menor desde el cuarto trimestre del 2003 y marca el punto más bajo desde que en el tercer trimestre del año pasado el retiro de dólares del sistema alcanzara los 11.483 millones.

Las medidas frenaron la fuga de capitales y el drenaje que ésta estaba provocando sobre las reservas internacionales del Banco Central. De hecho, estas cayeron sólo US$ 29 millones en el primer semestre del año contra US$ 5.175 millones en el segundo semestre del año pasado. Sin embargo, al no enfrentarse la raíz del problema, que son la inflación y los efectos que ésta viene teniendo sobre la competitividad externa de la economía, lo único que se logró es postergar el momento de la verdad, algo posiblemente muy beneficioso en términos políticos pero sumamente pernicioso en términos económicos.


Es que si los salarios se incrementan en dólares por encima del aumento en la productividad las empresas exportadoras y las que compiten con las importaciones van perdiendo rentabilidad y frenando su crecimiento. Y si esta situación se mantiene en el tiempo pierden mercados. Si, en este contexto, la economía sigue creciendo, al deterioro de las exportaciones y de los sectores que compiten con las importaciones se suma un aumento de la demanda de importaciones. Y, entonces, el superávit comercial que aun existe se transformará inevitablemente en un déficit y las reservas internacionales del Banco Central deberán utilizarse, además de para pagar los vencimientos de capital e intereses de los compromisos externos del Gobierno y el sector privado, para financiar ese déficit.


Por lo tanto, en algún momento del tiempo que es imposible determinar con exactitud porque depende de numerosos factores, el estado argentino se quedará sin reservas o tendrá un saldo lo suficientemente reducido como para no tener otra alternativa que hacer frente finalmente al problema que hoy se pateó para más adelante.

El daño económico de mantener esta situación tiene dos aspectos centrales. Por un lado, el desequilibrio que existe hoy es mucho más fácil de corregir que el que habrá dentro de unos años. Al no enfrentarse el problema, lo más factible es que el desequilibrio se vaya agudizando y lo que hoy se resolvería con bajar la tasa de inflación a un tercio y subir el dólar en un 10 o 20% en unos años tal vez requiera bajar el ritmo de crecimiento de los precios a un quinto y ajustar el tipo de cambio en un 50 o 100%. Y cuanto mayor es la corrección que debe aplicarse mayores son las consecuencias en términos de caída de la actividad e inestabilidad social.

Por otra parte, es de esperar que, hasta que se realice dicha corrección, la inversión privada caiga en forma significativa. Es muy difícil hacer cualquier tipo de proyección en un escenario en el cual todos los precios relevantes de la economía pueden cambiar bruscamente en el mediano plazo, tanto como resultado de que se incremente el desequilibrio o finalmente se lo corrija. Por lo tanto, se crearán puestos de trabajo de menor calidad y retribución, se desperdiciará el potencial productivo de los recursos humanos argentinos y se enviará malas señales hacia los jóvenes que hoy están decidiendo cuál será su capacitación profesional, retrasando aun más años el punto de inicio de un proyecto de desarrollo serio como el que en algún momento de los últimos 10 años se insinuó.

Desde esta perspectiva, el éxito de los controles cambiarios se transforma en una victoria pírrica, es decir en un triunfo que resulta más costoso de lo que hubiera sido una derrota y que nos deja cada vez más lejos del verdadero objetivo.


domingo, 5 de agosto de 2012

El futuro del euro en sus manos


Mientras todos esperan soluciones mágicas de los burócratas o el banco central europeos, lo cierto es que el futuro del euro hoy está exclusivamente en las manos de los pueblos de los países menos productivos de la zona, que deben decidir en algún momento si pertenecer a este club justifica seguir soportando años de austeridad y de desempleo.

Es que el problema de fondo que desde hace varios años presenta la eurozona es la elevada diferencia de productividad entre los países que la integran. Se encuentran por un lado Alemania, Holanda y un puñado de países ricos, que consumen menos de lo que producen, y por el otro España, Italia, en menor medida Francia, y otros países menores, que consumen por encima de sus posibilidades productivas, de su capacidad para colocar bienes y servicios en los mercados internacionales. Excepto en el caso de Francia, esta situación se da prácticamente desde la implantación de la moneda única en el año 1999 e implica que durante todos estos años los habitantes de los últimos países pudieron mantener un nivel de vida que va más allá de sus posibilidades reales gracias a que los primeros los financiaron. Por ejemplo, en el 2007, el último año de euforia europea, España, Italia y Francia registraron déficits en cuenta corriente (el indicador que precisamente refleja el exceso de consumo por sobre las posibilidades productivas de un país) de 105, 38 y 20 mil millones de euros respectivamente. Se trata del 10%, el 2.4% y el 1% del PBI respectivamente. A su vez, Alemania acumuló ese año un superávit de 181 mil millones de euros.

La insolvencia de los gobiernos que se encuentra en la superficie de la crisis es una manifestación de este problema de fondo. Es que un país que tiene una baja competitividad externa (una baja relación exportaciones/PBI), para sostener un determinado nivel de empleo, requiere un gasto público mayor en relación al PBI que un país de mayor productividad. Esto incrementa la probabilidad de que tenga un sector público insolvente.

Llegado el momento y, como consecuencia de diversos disparadores, los pueblos de los países más productivos decidieron que no quieren seguir financiando el nivel de vida de sus vecinos. Frente a esto, los países menos productivos no tuvieron otra alternativa que buscar la manera de incrementar su capacidad de producción de bienes comercializables internacionalmente. Para ello, en lo inmediato, deben reducir el salario real de sus trabajadores de modo tal que las empresas que producen esos bienes en ellos puedan ser competitivas globalmente. Pueden lograr esto saliendo del euro y volviendo a sus viejas monedas, que perderían el valor rápidamente bajando el costo de los salarios locales en términos internacionales. Pero si quieren permanecer en el euro, para lograr lo mismo, deben bajar los salarios nominales. Este es un proceso lento que, para alcanzar el mismo objetivo, requiere atravesar años de desempleo y de flexibilización de las leyes laborales, con un incremento del malestar social y, en consecuencia, alta inestabilidad política, que es lo que estamos viendo hoy en estos países.

En los últimos 5 años han seguido este camino. España, Italia y Francia partieron de niveles de desempleo del 8.3%, 6.1% y 8% respectivamente y hoy tienen un 24.8%, un 10.1% y un 9.6% de sus trabajadores buscando empleo sin conseguirlo. A pesar de ello, siguen presentando importantes déficits en cuenta corriente del 3.5%, 3.3% y 2% del PBI respectivamente. Esto significa que sus sectores productores de bienes comercializables internacionalmente todavía se encuentran lejos de poseer el volumen suficiente para permitirles hacer frente a su demanda de importaciones, aun a pesar de que esta última se ha reducido significativamente en los últimos años como consecuencia de los planes de ajuste que se vienen aplicando. Por lo tanto, les resta un largo camino por recorrer si quieren permanecer junto a Alemania en la zona del euro.

Son, entonces, los propios pueblos de países como España, Italia y Francia, por nombrar a los más importantes, los que deben afrontar el debate acerca de si los beneficios de pertenecer a la zona euro compensan los enormes costos de continuar por este sendero. Este debate ha estado presente en las contiendas electorales que se llevaron a cabo en los últimos años. Por el momento, los defensores del euro vienen imponiéndose. Pero cada vez en forma más ajustada. 


martes, 10 de julio de 2012

El gobierno y los ahorristas


La semana pasada el Gobierno mostró una vez más que prioriza los golpes de efecto dirigidos a su auditorio, la búsqueda de unos pocos puntos en los sondeos de opinión, sobre el impacto que sus decisiones pueden tener en la confianza de los actores que determinan los movimientos de las principales variables económicas.

Es que las características y la manera de anunciar la normativa que obliga a las principales entidades financieras argentinas a prestar un 5% de sus depósitos a empresas para financiar proyectos de inversión a una tasa de interés fija del 15% anual y a un plazo mínimo de 3 años estuvieron claramente dirigidas a galvanizar al desencantado electorado del Frente para la Victoria intentando presentar a un gobierno que se planta frente a los “intereses financieros” para impulsar el “modelo productivo” y el “crecimiento con inclusión social” cuando en verdad lo único que se está haciendo es obligando a los bancos a prestarle a las empresas a tasa subsidiada con el dinero de los ahorristas. De acuerdo a lo establecido en la normativa, se corre un doble riesgo. Por un lado, al obligar a los bancos a prestar un monto mínimo en un plazo máximo existe la posibilidad de que le entreguen ese dinero a empresas que no brindan las garantías suficientes, sólo para cumplir. Asimismo, al establecerse una tasa máxima fija en forma arbitraria es factible que estas líneas les generen pérdidas a las instituciones, que podrían incrementarse a lo largo del tiempo si la tasa de interés que las entidades pagan por los depósitos sube, como lo viene haciendo los últimos días.

El mismo objetivo, que es razonable, se podría haber perseguido de una manera mucho más prolija. Por ejemplo, se podría haber establecido que los bancos que no presten un 5% de sus depósitos a empresas para financiar proyectos de inversión deban cumplir con encajes (porcentaje de los depósitos que no pueden utilizar para préstamos) mayores que aquellos que sí lo hacen. De esta manera se genera un incentivo para que las entidades busquen empresas con proyectos de inversión sólidos y les presten dinero. Cada préstamo otorgado incrementaría la rentabilidad del banco que, de lo contrario, tendría el dinero inmovilizado. Y si la tasa de interés a la que el banco considera razonable prestar estos fondos, por los riesgos que asume y los costos en los que incurre, resulta elevada para el Gobierno, éste podría otorgar un subsidio, como lo viene haciendo exitosamente en los últimos años. De esta manera se lograría que los bancos reasignaran parte de los recursos que prestan al consumo a la inversión sin enviar una mala señal hacia los depositantes.

Si bien la porción de los depósitos que se ha establecido en la normativa es demasiado reducida como para afectar, llegado el caso, la solvencia de los bancos, el mensaje que reciben los depositantes es peligroso. “Vamos a utilizar el dinero que ustedes le confiaron a los bancos para lo que nosotros consideremos necesario”, parece decir el Gobierno. El 5% se puede transformar dentro de un tiempo en un 10% o un 20% o porqué no un 50% y en algún momento se puede terminar obligando a los bancos a financiar el creciente déficit del sector público, como ya sucedió en el pasado.

Con las restricciones a la compra de dólares y la disparada del dólar paralelo los depositantes comenzaron a perder el entusiasmo con una rentabilidad que en los últimos años, a pesar de perder frente a la inflación, les había permitido incrementar el valor de sus ahorros en dólares. De acuerdo a las estadísticas publicadas semanalmente por el Banco Central, mientras que en los primeros 4 meses del año los depósitos a plazo en pesos del sector privado se incrementaron en 19 mil millones, desde que se reforzaron las restricciones hace 2 meses el aumento fue de menos de 4 mil millones.

La nueva medida puede acentuar este proceso. Y se debe tener en cuenta que al transformar los depósitos bancarios en una alternativa de inversión cada vez menos atractiva el gobierno lo único que logra es seguir empujando a los ahorristas e inversores hacia el dólar y generar así una presión adicional para el dólar paralelo que podría derivar en una brecha aun mayor entre éste y el dólar oficial.

En definitiva, por obtener unos escasos puntos políticos el Gobierno continúa minando la preferencia de los ahorristas por los depósitos bancarios y, al hacerlo, conspira contra su propio objetivo de pesificar la economía, de que los argentinos no sólo realicemos nuestras transacciones cotidianas en pesos sino también coloquemos nuestros ahorros en esta moneda.

lunes, 25 de junio de 2012

Por un puñado de dólares


Quizás a algún distraído le haya costado entender, con razón, cómo en un país con reservas internacionales en el Banco Central de más de 46 mil millones de dólares y un superávit comercial que en los primeros 5 meses del año superó los 6 mil millones de dólares se vienen aplicando restricciones tan generalizadas a la compra de la moneda americana por parte de sus habitantes.

Sin embargo, los datos sobre comercio exterior publicados en los últimos días pueden ayudarlo a comprender lo que en una mirada superficial no parece tan sencillo. Es que en mayo, por segundo mes consecutivo, cayeron las exportaciones, un 7% tras registrar en abril una merma del 2%. Esto hizo que por primera vez desde que se implementaron en febrero las restricciones a las importaciones se registrara una reducción interanual en el superávit comercial (del 11%).

Como era de esperar, las restricciones a las importaciones no iban a poder detener en forma permanente el deterioro del superávit comercial y lo más factible es que este deterioro se vaya agudizando con el tiempo, en un contexto de crecientes costos para los exportadores y para las empresas que compiten contra las importaciones que aun se autorizan, por no hablar del desfavorable panorama internacional que, por ejemplo, ya ha afectado a la Argentina bajo la forma de una fuerte devaluación en Brasil que encareció las exportaciones locales a ese país.

El Gobierno podría detener el deterioro del superávit comercial básicamente de dos maneras. Podría bajar la inflación, la solución correcta, o devaluar el peso en una forma más abrupta y decidida que la que lo viene haciendo, una opción muy riesgosa que podría desembocar en un mayor nivel de inflación, agravando aun más el problema. Pero, por motivos políticos, no se ha inclinado por ninguna de estas alternativas. Se ha propuesto llegar lo más lejos posible con las reservas internacionales acumuladas en el Banco Central. Con estos recursos busca hacer frente a los vencimientos de la deuda pública en dólares y el inevitable déficit comercial que tarde o temprano esta política económica debería generar.

El año pasado la autoridad monetaria comenzó a experimentar una pérdida de reservas que, de haber continuado en el tiempo, hubiera echado por tierra este propósito. Mientras menos reservas tiene el Banco Central menos es el tiempo durante el cual el Gobierno puede cubrir esas necesidades financieras sin tener que aplicar una solución de fondo como las mencionadas. Por esta razón, se vio obligado a aplicar las restricciones a la compra de dólares que hoy nos resultan tan familiares y que han provocando el desdoblamiento del mercado cambiario, con un dólar oficial, de $4.52, coexistiendo con un dólar blue, de $5.98.  

El deterioro del saldo comercial, la única fuente de ingreso de dólares que tiene actualmente nuestra economía, y la renuencia del Gobierno a aplicar las soluciones que éste demanda son los motivos que se encuentran detrás de las odiosas restricciones que venimos encontrando en los últimos meses en los bancos y casas de cambio y a las que tendremos que acostumbrarnos a menos que en forma inesperada, por una vez, los políticos argentinos dejen de lado sus propios intereses y cumplan con su compromiso ante el pueblo.

lunes, 11 de junio de 2012

Con la mirada puesta en el 2015


A primera vista, en términos puramente económicos, resulta difícil entender las crecientes dificultades que atraviesa la economía argentina cuando aun goza de un superávit comercial considerable, mantiene cerca de 47 mil millones de dólares de reservas internacionales en el Banco Central y la situación fiscal, si bien se encuentra en franco deterioro, no es particularmente grave, menos aun si se la compara con la de la mayoría de los países del “primer mundo”.

Pero cuando se introducen elementos políticos en el análisis, el panorama resulta más claro y comprensible. Y es que muchas decisiones que no tendrían sentido o serían manifiestamente equivocadas desde el punto de vista económico cambian por completo a la luz de las posibilidades electorales que entrañan. Por ejemplo, cuando en el 2006 la inflación (publicada por el INDEC) superó el 10%, algo que los manuales más básicos de economía desaconsejan por su incidencia negativa sobre el crecimiento de largo plazo y que todos los países que viene presentando un buen desempeño en los últimos años se esfuerzan por evitar con todos los medios disponibles (desde China hasta Brasil), el Gobierno decidió doblar la apuesta para llegar con la economía “a toda máquina” a las elecciones presidenciales del 2007, con el consiguiente incremento de la inflación (estimada en el 25% y el 24% para el 2007 y 2008) debidamente ocultado con la manipulación que a partir de ese año comenzó a aplicarse sobre las cifras del instituto estadístico.

Cuando en el 2009, a partir de la contracción económica que sufrió el país como consecuencia de los efectos de la crisis internacional, la inflación se redujo al 15%, nuevamente el Gobierno decidió no aprovechar la oportunidad de encauzar el comportamiento de los precios y aceleró al máximo los motores de la economía para llegar a las elecciones presidenciales del 2011 con un crecimiento “a tasas chinas”. El resultado: la inflación se instaló nuevamente por encima del 20%.

Esta estrategia, que ha brindado excelentes frutos electorales, continúa aplicándose en la actualidad, en un contexto de crecientes restricciones y decisiones cada vez más complejas. En los últimos años el incremento del valor del dólar se ha ubicado recurrentemente por debajo la inflación. No hay que saber demasiado de economía para imaginar que esto no es sostenible en el tiempo. Un mínimo conocimiento del pasado basta. Si a esto se agrega que las opciones de inversión en pesos ofrecen tasas de interés por debajo de la inflación naturalmente el ahorro va a comenzar a volcarse masivamente hacia el dólar o activos cuyo valor esté históricamente correlacionado con el de esa moneda. Esto ha hecho que en el 2011 se acelerara fuertemente la salida de capitales de nuestra economía y, con un superávit comercial decreciente, esto implicaba una pérdida de reservas cada vez mayor.

En este contexto, el Gobierno tenía que decidir si apuntaba a un proceso de “normalización” económica, con una reducción de la inflación y un restablecimiento de la confianza en la moneda, algo a lo que algunos apostaban tras las elecciones del 2011. Sin embargo, posiblemente alentado por la necesidad de ganar las elecciones legislativas del 2013 en forma contundente con el objeto de avanzar con una reforma de la Constitución que habilite una nueva reelección de la presidenta en el 2015, eligió otro rumbo. Un plan antiinflacionario hubiera implicado muy probablemente un enfriamiento de la economía y un incremento de la desocupación, reduciendo las posibilidades de éxito electoral. Por lo tanto, se optó por poner en marcha las restricciones a la compra de dólares y a las importaciones, con el fin de detener la sangría de reservas. De esta manera el Gobierno gana tiempo e intenta llegar sin resolver el problema de fondo, con los dólares que aun posee, hasta el 2013, primero, y el 2015, si es posible.

Y, por si el impacto de estas medidas sobre la actividad económica es más fuerte de lo previsto o lo políticamente aceptable, el Gobierno parece haberse guardado un “as en la manga”: con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central que logró semanas atrás habilitó la posibilidad de emitir billetes “indiscriminadamente” para sostener la marcha de la economía.

Si el Gobierno continúa sujetando las decisiones económicas a la agenda electoral las consecuencias en el mediano plazo pueden ser graves (una aceleración de la inflación con un desenlace impredecible, una maxi devaluación como la del 2002) pero éstas no le interesan. La mirada está puesta en el 2015, no más allá.




domingo, 27 de mayo de 2012

Ruleta


Si bien nunca ha resultado fácil en este país decidir dónde colocar nuestros ahorros, en los últimos meses esa empresa se ha transformado prácticamente en una timba. Ya no hay mucha diferencia entre tomar todos nuestros ahorros, ir al casino y elegir un número de la ruleta o invertirlos en cualquiera de las opciones que el mercado local nos ofrece a fin de probar nuestra suerte y definir así nuestro futuro económico. Aun las opciones más conservadoras no hacen otra cosa que ponerle un límite a nuestra pérdida en lugar de generar una renta que nos permita un mejor pasar al momento de nuestro retiro. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con un plazo fijo en pesos que paga una tasa de interés anual de entre el 10% y el 12% en bancos de primera línea provocando una pérdida real en el ahorrista frente a una inflación que las consultoras privadas estiman en torno al 25% anual. Es decir, con el dinero invertido en un depósito bancario se pueden adquirir cada vez menos bienes y servicios a medida que pasa el tiempo.

El dilema al que se enfrenta el ahorrista hoy es el resultado de la combinación de dos factores. Por un lado, las restricciones para la compra de dólares, tal vez la única opción que en el contexto actual, excepto un inesperado colapso de la economía norteamericana en los próximos años, nos garantiza poder, al menos, conservar el valor de nuestros ahorros en el mediano y largo plazo. Por el otro, la flotación libre de la moneda americana en un mercado informal que fija su valor a partir de los caprichos, la especulación, la desesperación y la incertidumbre de los participantes más que de la realidad de la economía argentina.

Un tipo de cambio “razonable” es aquel que permite generar las divisas necesarias para hacer frente a las compras de bienes y servicios importados que demandan las empresas y consumidores locales y a los compromisos externos que posee la economía en términos de pago de intereses de las deudas contraídas y las rentas al capital de las inversiones foráneas. Aun sin los controles a las importaciones, que modificaron el cálculo al reducir en forma compulsiva las compras externas, un dólar en torno a los 5 pesos para finales del 2012 le permitía a la economía argentina cumplir con esos requerimientos.

Esto implica que comprar un dólar a 5.93 pesos, como cerró el denominado “blue” el jueves pasado, es como elegir un número en la ruleta y colocar nuestras fichas allí. Puede volver a subir y superar los niveles que alcanzó a mediados de la semana pasada pero es de prever que en algún momento el Gobierno intervenga, por ejemplo, fijando un dólar diferencial en un nivel intermedio entre el valor oficial y el informal y provocándole así una pérdida a todos aquellos que compraron por encima de ese valor. El Gobierno ya ha negado esta posibilidad pero si la brecha entre ambos mercados permanece en estos niveles o se incrementa el incentivo que tiene para hacerlo va a ser elevado. También puede continuar con lo que, según algunas versiones, hizo el jueves pasado: abrir en forma intermitente e inesperada el grifo del mercado oficial generándole una pérdida aun mayor a aquellos que no tuvieron la paciencia suficiente y acudieron al mercado paralelo. Sin embargo, esta política entrañaría una pérdida mayor de reservas del Banco Central y no presenta un beneficio político claro sobre la otra opción. ¿Cuántas personas creen hoy el discurso oficial de que aquellos que han declarado adecuadamente sus ganancias ante la AFIP no tienen problemas en comprar la divisa americana en bancos y casas de cambio?

De todos modos, hay que reconocer que buena parte de los compran dólares en el mercado informal no pretenden hacer un negocio en el corto o mediano plazo. Se mueven impulsados por una intuición o un conocimiento que es difícil de cuestionar. Con una inflación del 25% anual relativamente ignorada por el Gobierno, la capacidad de los exportadores para obtener las divisas que la economía argentina necesita merma constantemente. Por lo tanto, simplificando, un dólar “razonable” de 5 pesos a fines de este año se transforma en uno de 6.25 pesos a fines del 2013 y en uno de 7.81 a fines del 2014. Entonces, aquel que compró a 5.93 el jueves o 6,15 el día anterior en el mercado paralelo tal vez podría comprarlo más barato si puede lidiar con su ansiedad pero sabe que a la larga va a poder dormir tranquilo sin presenciar como el fruto de su trabajo se va desvalorizando inexorablemente con el avance del calendario.



lunes, 21 de mayo de 2012

Túnel del tiempo


Quien observa distraídamente la economía argentina, sin tener datos de tiempo y lugar, puede concluir que, sin darse cuenta, ha penetrado en alguna especia de túnel del tiempo. Por un lado, por el desdoblamiento cambiario de facto que hoy existe (con múltiples precios para el dólar: el oficial, el blue y el contado con liquidación) y cuyo desenlace natural debería ser una formalización del mismo, algo que en los últimos días salieron a desmentir distintos funcionarios del Gobierno pero que a esta altura causaría beneplácito a muchos de los que rechazábamos esta posibilidad, aunque más no sea porque serviría para darle un precio de referencia a los miles de desafortunados que intentamos sin suerte conseguir un puñado de dólares en el mercado oficial para proteger el valor de nuestros ahorros. En segundo término, por el modelo de sustitución de importaciones que se viene aplicando cada vez en forma más ferviente, con crecientes controles a las compras externas. A esto hay que sumar la elevada inflación, que de acuerdo a las consultoras privadas se mantiene obstinadamente cerca del 25%.

Se trata de 3 rasgos característicos de las economías en las décadas del ´50 y ´60 y que, dependiendo el país, se extendieron hasta finales de la década del ´80. Los diversos estudios económicos que se han hecho coinciden unánimemente en que las políticas económicas que incluyen estos elementos han fracasado invariablemente en términos de los niveles de crecimiento de largo plazo que han tenido como resultado. Los motivos son variados. Poner el énfasis en el desarrollo de sectores que sustituyen importaciones en lugar de en los exportadores tiene efectos positivos en el nivel de empleo en el corto plazo pero en el mediano y largo plazo da como resultado economías que no pueden generar las divisas necesarias para crecer saludablemente. Una inflación de dos dígitos provoca una alta incertidumbre sobre lo que puede suceder con las principales variables de la economía, dificultando las decisiones de inversión. Como consecuencia, la cantidad de maquinarias, de equipos, de proyectos de capacitación de recursos humanos, aumenta menos de lo que podría y, por ende, se reduce el crecimiento económico, que depende de esos factores, de la disponibilidad y utilización del capital físico y humano. La coexistencia de tipos de cambio múltiples sólo agrega confusión, corrupción y burocracia.

No hay que responsabilizar exclusivamente al Gobierno por haber introducido a la economía argentina en este rumbo. El sector mayoritario de la población que, con una inflación superior al 20%, votó a Cristina Fernández de Kirchner en octubre del año pasado claramente compró el boleto para que continuáramos avanzando en esta travesía por el tiempo que no augura un buen final.